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La Fantasía de Invulnerabilidad

Imagina por un momento a nuestros antepasados. Imagínalos de verdad, en algún momento, no importa cuando exactamente, como tribus distribuidas por todo el mundo.

Hay un espacio abierto entre cabañas, un fuego, quizás algunos niños que juegan entre las tiendas, mujeres y hombres que preparan la comida, o trabajan en alguna herramienta. Hay un silencio abrumador a su alrededor. Puede que uno de ellos musite alguna melodía sencilla. El horizonte es una linea ocre tan distante, clara y embaucadora como la linea del mar.

Ahora un ejercicio de abstracción un poco más complicado. Si estuvieras ahí y conocieras sus nombres, si es que los tenían, pregúntate qué personalidades tenían… Qué es lo que los diferencia entre ellos. Observa sus gestos, los pequeños detalles que los hacen únicos. Puede que uno de ellos ate de una forma diferente la cuerda del mango del arco. Puede que otras pinten diferentes motivos en los rostros de sus hijos.
Si observas durante un tiempo largo, puede que encuentres muchas pequeñas diferencias, pero sería bastante sensato afirmar que en la base no hay muchas cosas que los diferencien. Sus personalidades están íntimamente ligadas a las personalidades de los demás. Existen como individuos, pero existen sobre todo como tribu. Son muchas más cosas los que los unen que las que los separan.

Ahora imagina que caminas por una calle de tu ciudad en el momento presente, y haz el mismo ejercicio. En pocos minutos has visto una cantidad increíble de personalidades distintas. De sujetos con inquietudes tan dispares y tan alejadas, de maneras de vestir, pensar, sentir, estar en el mundo diametralmente opuestas. El mundo de hoy está lleno de sujetos con una fortísima sensación de individualidad.

Para formar nuestras personalidades, elegimos entre un abanico cultural ya de por sí sesgado geográficamente, que nos presenta el entorno físico y digital. Así nos afiliamos a clubs de deportes, elegimos hobbies preferidos, pelis favoritas, vemos unas series y otras no, nos hacemos unos ideales y desechamos otros y por supuesto tenemos muy claro nuestro grupo de música favorito.

Este proceso, que podemos llamar proceso de individualización, ha sido progresivo y ha atravesado la historia del ser humano. Primero fue quizás una repartición de tareas distinta, luego los ancianos y ancianas sabios/sabias, luego la jerarquía hizo jefes, diferencio tareas, todo se fue complejizando, poco a poco había soldados, esclavos, reyes, prostitutas, brujas, monjes, trabajadores de algún gobierno, músicos, artistas, agricultores, ladrones, ricos y pobres, feministas, activistas, facistas, dictadores. Un proceso además que instaló de forma terrible diferencias entre sexos y especies.

Pero es un proceso de doble filo. Por un lado ha dado una riqueza nunca vista a la experiencia humana. Visiones de todo tipo, proyectos, maneras de entender el mundo nuevas. Por otro nos ha ido distanciando progresivamente, de manera profunda y constante. Este distanciamiento de los demás, esta sensación tan fuerte de que somos alguien separado del resto , algo que todos hemos sentido, es una de las crisis más graves y profundas que tenemos hoy día.

Es además increíblemente paradójica. Nos sentimos más fuertes que nunca como individuos en el mismo momento histórico en el que más dependemos de los demás.
Si todo se fuera al traste mañana nuestras habilidades y nuestros pensamientos, por muy ricos que fueran y diversos que fueran, no nos llevarían a ningún sitio.

Tus series favoritas, tu estilo de ropa, todo lo que te conforma y distancia del resto, incluídos tus ideales, no sirven de nada si te quedas sólo en el mundo. No es un ejercicio filosófico, es literal, cuando más sientes que no tienes nada que ver con esa cajera/o de supermercado, o con ese soldado/a, con ese/esa hippie, más niegas la realidad evidente de que ellos participan como tú en el funcionamiento de la sociedad tal y como la conocemos.

Y en el caso extremo de que todo falle, de que llegue el colapso, de que se quiebre el contrato social que mantiene los sistemas económicos y financieros, sociales y culturales en marcha, qué harás con tu individualidad? ¿Dónde metes tus series favoritas? ¿Tus ideales?

Ese es exactamente el reto que nos presenta el cambio climático y la crisis ecológica. Toda esa trayectoria de individualización de los sujetos nos ha ido instalando en una fantasía: La fantasía de invulnerabilidad.

Estamos completamente convencidos no sólo de que no tenemos nada que ver con la mayoría de la gente que nos rodea, si no también de que podemos sobrevivir, literal y metaforicamente, sin ellos. Y no sólo eso, que podemos sobrevivir, esta vez literalmente, sin los ecosistemas básicos que nos sostienen, sin la naturaleza.

Este es probablemente el mayor engaño que el ser humano ha sufrido jamás.

Y honestamente, parte de la culpa la tiene el capitalismo/neoliberalismo, que aceleró el proceso y lo llevó a límites extremos irreales y enfermizos.

No hemos sabido conformar una sociedad de individuos diversos sin que estos vivan sumidos en la más fuerte fantasía de invulnerabilidad. El colonialismo acabó con todos aquellos que se sentían más tribu que individuo, que aceptaban más la interconexión de todo y todos , la interdependencia y ecodependencia, y sólo dejó sitio para la desconexión y el orgullo de ser un individuo aislado, un sujeto libre.

Ahora hay algo más grande que todos nosotros, más grande que la historia, más grande que todos nuestros ideales, que nos amenaza como nada nos ha amenazado nunca. El colapso.

El colapso de una civilización repleta de individuos convencidos de su invulnerabilidad. Individuos desconectados que tienen la responsabilidad de frenar colectivamente una catástrofe global. La solución pasa únicamente por lo colectivo, en un momento en donde esto parece casi desvanecerse. Decir que es un reto es decir poco.

Imagen de tomarse de las manos

¿Cuál sería el primer paso, de manera casi filosófica o espiritual, de afrontar esta crisis?

Cargarse esa fantasía de invulnerabilidad. Hacerlo todos los días, todo el tiempo, con todo el mundo.
Estás aquí por que todo funciona, si dejará de hacerlo dejarías de estar aquí, así de simple.

Tu sueldecito, en el momento en que entra en tu cuenta bancaria, tus pequeños momentos de felicidad, tan importantes y necesarios, tus breves momentos de estabilidad, todos ellos te han cegado. Te han convencido que puedes estar en el mundo pase lo que pase. Puede que sea el primero que te lo dice así de claro, y en ese caso siento hacerlo: Pero no es así. No hay nada que te pueda salvar, no hay millonario suficientemente rico ni individuo suficientemente fuerte para sobrevivir el colapso.

Abandona esa fantasía de invulnerabilidad. Afronta el hecho de que dependes de todo lo que te rodea, de que no hay dónde huir. Puede que sólo así te des cuenta de que esos chicos y chicas que bloqueamos aquella calle de Madrid un 7 de octubre tenían razones de sobra para hacerlo.

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